Como dice la canción: "Qué no daría yo..."
Qué no daría yo por volver a probar de nuevo esta golosina. ¡Me encantaba su sabor!
No hay un Domingo de Ramos que no me acuerde de esa dulce espera junto a mi madre en El Realejo, esperando la llegada de La Borriquita y deseando que el vendedor apareciera por la calle para que ella me comprara uno.
Qué pena que haya tradiciones que se pierdan...
Por cierto, ¿sabéis su nombre?
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