miércoles, 7 de septiembre de 2016

Cultura a 43 grados

A veces merece la pena pasar calor con tal de disfrutar de la cultura. Hoy, ha sido uno de esos días; una tarde calurosisima de verano en la cual, durante dos horas, he disfrutado, y sobre todo he descubierto, muchísimas cosas.
Para empezar, y antes de acudir al lugar donde me citaron, me he tenido que documentar, porque si os soy sincera, no tenía la más remota idea de dónde estaba el Sultanato de Omán. A ver, nadie es perfecto, y además la geografía no era mi fuerte en mis años mozos de estudiante.
Cuando recibí la invitación de manos de Doña María Jesús Viguera Molins, responsable de actos culturales de la  Biblioteca Viva Al-Andalus para asisitir a estas actividades y vi la programación, pensé: "Ay Dios, ¿donde se encuentra Omán?" Y gracias a Internet, pues he podido documentarme y por lo menos, si me hacían alguna pregunta al respecto, no me iba a quedar en blanco.
A las siete de la tarde, puntual cual ciudadano británico, allí acudí a ver qué se cocía, y si os soy sincera de nuevo, pensé que me iba a aburrir; primero una conferencia, luego una exposición, degustación de té moruno (uff con 43 grados) y por último (y esto es lo que me pareció más interesante) una lectura de microrelatos.
Pues bien, no solo no me he aburrido sino que además he conocido a personas estupendas y he aprendido bastante.
Para empezar, la conferencia a cargo del catedrático de la Universidad de Córdoba Don José Roldán Cañas, se titulaba INGENIERIA HIDRAULICA EN AL-ANDALUS Y OMAN, y he alucinado con la forma que tenían los árabes, y aún tienen ya que en Omán se sigue utilizando este método, para canalizar y distribuir el agua;  ya que sin maquinaria alguna conseguían una perfecta distribución de este bien tan preciado y escaso a la vez, ya que la probabilidad de lluvia en esa zona es muy baja.. Gracias a los Aflaj, el agua se distribuía perfectamente a cultivos, hogares, fortalezas y Mezquitas. Este sistema de irrigación fue declarado en 2006 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y es de visita obligada si hacemos turismo en ese Sultanato.


Después de la conferencia, Doña María Jesús Viguera ha inaugurado la exposición Tolerancia Religiosa en el Sultanato de Omán, una serie de 20 láminas donde se refleja que la tolerancia, el respecto y la convivencia entre religiones es posible en el mundo árabe. Como prueba este Sultanato, Omán, en el cual conviven árabes, judíos, cristianos y más religiones, sin problema alguno. A través de estas 20 láminas, se nos explica la cultura y tradiciones de este sultanato y se demuestra que, gracias a una buena gestión y administración del dinero por parte del Sultán, es posible conseguir un país próspero.


Por último, tres autores de la asociación cultural Mucho Cuento de Córdoba han procedido a la lectura de varios microrelatos, que según han explicado,  es un género que últimamente se encuentra en alza y que básicamente son cuentos enfocados hacia un público adulto,  y también lectura de varios poemas relacionados con el tema de la inmigración y la guerra en Siria.

Posteriormente, se nos ha agasajado a todos los asistentes en vez de con un té moruno (por aquello de los 43 grados) con una bebida gaseosa refrescante y unos aperitivos con el objetivo de intercambiar impresiones de la tarde vivida.

En definitiva una tarde muy pero que muy didáctica ya que he visitado las instalaciones de la Biblioteca que nos las conocía y de las cuales me he enamorado. Y pensar que eso lo tenemos en pleno centro y no lo había visitado aún...ainnsss qué desastre soy.




jueves, 21 de julio de 2016

Al César lo que es del César

Ya vamos para un año y la obra donada a la ciudad por su creador, Luis Celorrio, aún no está ni en su sitio ni en otra parte de la ciudad. A saber donde la tienen escondida...en cualquier nave municipal, en un rincón de mala muerte.
Recordemos que esta obra, de 15 toneladas de peso, fue creada y donada de forma altruista a la ciudad por su autor, y que los señores que dirigen el cotarro en el Ayuntamiento decidieron en Julio del año pasado quitarla de ahí porque se iban a desarrollar en el entorno del río unos actos culturales.
Y yo me pregunto: ¿era el banco pez un estorbo? ¿Acaso la escultura no es cultura?


Señores del Ayuntamiento, " al Cesar lo que es del Cesar". Si su autor quiere que toda la ciudad disfrute de su obra, ya están tardando en colocarla de nuevo en su sitio.

miércoles, 15 de junio de 2016

El Bailío

Nuestro paseo de hoy no va a transcurrir por callejas de la zona de la Judería. Hoy nos vamos a pasear por el centro de la ciudad, concretamente nos vamos a la Cuesta del Bailío.
Esta calle empinada se encuentra entre la calle Alfaros y la calle Carbonell y Morand  y antiguamente fue una vía de comunicación entre la ciudad alta (Medina) y la ciudad baja (Axerquía).


Subiendo la cuesta desde la calle Alfaros podemos observar que en  los escalones, lucen fantásticos dibujos hechos de "chino cordobés", un estilo de pavimentado que es típico de esta ciudad. Conforme vamos subiendo la cuesta, a nuestra derecha,  nos llama la atención las impresionantes bouganvillas que en pleno mes de Mayo lucen en todo su esplendor y le dan el toque de color a los muros laterales que lucen blancos y radiantes.
Al final de la cuesta,  y ya en la calle Carbonell y Morand, nos encontramos con dos cosas: una preciosa fuente que bien puede servir al paseante para refrescarse después de haber subido tantos escalones y con la Casa del Bailío, una casa que perteneció a la familia Fernández de Córdoba y que desde el día 1 de Febrero de 1982 se considera Bien de Interés Cultural.
El origen de la Casa se remonta al reparto que el rey Fernando III hizo después de la expulsión de los musulmanes de la ciudad de Qurtuba, recayendo la propiedad de la misma en la familia Fernández de Córdoba, Señores de Aguilar, de ahí el nombre de la Casa y de la Cuesta.
Actualmente la Casa del Bailío se encuentra dividida entre la Biblioteca Viva de Al-Andalus y el lujoso hotel de 5 estrellas Hospes Palacio del Bailío propiedad de la famosa Alicia  Koplowitz.

viernes, 10 de junio de 2016

Calleja de La Hoguera


Si hace un par de semanas paseábamos por la Calleja del Pañuelo, ahora es el turno de  pasear por otra calleja con encanto llamada la Calleja de La Hoguera.
Al igual que la del Pañuelo, ésta se encuentra en la zona de la Mezquita Catedral, en pleno barrio de La Judería,   y os cuento por qué para mí tiene ese encanto que antes he comentado.
Nada más acceder a la calleja el paseante se encuentra con un lugar blanco y encalado, muy acogedor, y conforme la va recorriendo (y ahí está el encanto) llega un momento hacia la mitad de la calle en que se topa con un arco sobre el cual hay construido un pequeño alminar,  seguramente de alguna antigua mezquita más pequeña y que aún se conserva en perfecto estado.





El poeta cordobés Ricardo Molina escribió hace más de 40 años que esta "calleja con sabor a viejo patio es uno de los lugares más íntimos y secretos de la ciudad"

Si queréis saber más sobre este tesoro de calle, os adjunto un extracto del Paseo número 13 del libro Paseos por Córdoba, del escritor cordobés Teodomiro Ramírez de Arellano:

El arco acoge al viajero en un breve abrazo de intimidad y penumbra, cubierto con artesonado de madera, como el zaguán de una casa, que dura cinco pasos, y enseguida otro arco devuelve a la angosta calle abierta al cielo, que recobra la cegadora claridad de la cal. Aquí es donde surge, a la izquierda, una portadita con moldurado arco de herradura, y junto a ella un rótulo –"Mezquita de los Andaluces / Universidad Islámica Internacional Averroes de al-Andalus"– escrito en árabe y en castellano. ¿Estamos en Córdoba o acaso en un barrio de Fez? La herencia o la añoranza árabes palpitan en algunos resquicios urbanos.
Enseguida se repite el abrazo de otro tramo cubierto, que ahora abre y cierra mediante arcos rebajados, entre los que se proyecta una blanca bóveda de arista. Las casas de la izquierda se asoman tímidamente a la calleja a través de ventanitas protegidas por rejas y celosías, mientras que las de la acera derecha, más abiertas, invaden el angosto espacio con altas ventanas salientes. Un breve porche con vigas, soportado por una erosionada columna revestida de ocre, adentra al viajero en una placita de no más de cuarenta metros cuadrados, que parece el patinillo de una casa particular, hasta el punto de que algunos turistas dudan entre pedir permiso para entrar o volverse, temerosos de haber allanado una propiedad privada. Pero la entrada es libre.
Dos viejos naranjos, que inclinan reverenciosamente sus ramas, sombrean el patinillo, empedrado y con un perímetro de losas de granito. A un lado se repite otra puerta con arquito de herradura, y al otro surgen dos ventanas salientes sobre un zócalo amarillento. No es nada extraño confundir este recoleto espacio con un patio particular, pues en su origen pudo serlo de la casa interpuesta entre dos calles angostas, la de Quero por el lado de Céspedes y la de la Hoguera por el de Deanes. Antes de volver la esquina conviene mirar atrás para contemplar el juego sugerente de luces y perspectivas que regala la calleja.
A la izquierda del patinillo se abre el blanco túnel que desemboca en la primitiva placita de la Hoguera, ahora rebautizada con el nombre del pintor Miguel del Moral –el desproporcionado tamaño del rótulo heriría su sensibilidad–, quien desde 1962 hasta su sentida muerte, en 1998, tuvo su privilegiado estudio en la casita que hace esquina, que se asoma a ambos lados a través de una galería cubierta. “Lo más sugestivo de estas callejas es el misterio; por ellas me figuro a don Luis de Góngora cuando el barrio de la Catedral era puro silencio”, me confesó el artista una lejana mañana de primavera. “Soy de D. Lvis de Góngora” dice en una columna prendida en la esquina.
Allí sigue la casa como una reliquia sin latido, añorando la presencia de aquel pintor de sensibilidad renacentista que cuando se acercaba la hora del ángelus llamaba a su amigo el poeta Pablo García Baena para que escuchase por teléfono las campanas de la Catedral, que aquí resuenan con vibrante sonoridad. 

domingo, 29 de mayo de 2016

Del Corpus Christi y el recuerdo de los seises

Hoy, tal como mi madre hacía cuando yo tenía la edad de Irene, he llevado a mi hija a la Catedral a ver la procesión del Corpus Christi. Voy a intentar inculcarle todas las tradiciones de nuestra tierra para que no caigan en el olvido. Desde chiquitos enseñándoles que en nuestra tierra hay cultura y lo más importante, que hay que mantenerla y darla a conocer.
Le ha encantando,  aunque ella a sus cinco años aún no entiende lo que significa esta liturgia.
Del Corpus de mi infancia a éste hay cambios notables. Antiguamente no iban representaciones de Hermandades de Penitencia, sólo de Gloria, y hoy estaban todas y cada una de las Hermandades cordobesas. He visto mucha juventud en el guión procesional y me ha gustado porque cuando yo era pequeña sólo iban mujeres muy mayores rezando y muchos sacerdotes, seminaristas y monjas, cosa que este año van, pero no tantos como yo recuerdo de mi infancia.


Lo que recuerdo perfectamente de este día y que desgraciadamente se ha perdido, son los seises. Esos 10 niños bailando al pie del altar mayor y delante de la Custodia. Aún hay ciudades que mantienen esta tradición como Sevilla o Granada, y me parece una tradición muy bonita que ojalá algún día recuperemos aquí.



martes, 24 de mayo de 2016

Hoy estoy nostálgica...

Como dice la canción: "Qué no daría yo..."

Qué no daría yo por volver a probar de nuevo esta golosina. ¡Me encantaba su sabor!

No hay un Domingo de Ramos que no me acuerde de esa dulce espera junto a mi madre en El Realejo, esperando la llegada de La Borriquita y deseando que el vendedor apareciera por la calle para que ella me comprara uno. 

Qué pena que haya tradiciones que se pierdan...



Por cierto, ¿sabéis su nombre?




lunes, 23 de mayo de 2016

¿Cuánto mide una calle?

Eso sería una buena pregunta. ¿Cuánto mide una calle de una ciudad? Pues en esta tierra, en Córdoba, las calles miden, lo que mide un pañuelo de caballero en diagonal. Si, si, habéis leído bien, lo que mide un pañuelo de caballero.
Existe una calle en el barrio de la Judería, en el entorno de la Mezquita-Catedral (bueno, una calle no, una calleja), que se llama la Calleja Pedro Jiménez; pero si tú le preguntas a alguien por ella con ese nombre, seguramente no te sepa indicar dónde se encuentra,  ya que esta calleja es conocida en la ciudad como la calleja del pañuelo.
Es una calle tan estrecha, que hay un punto,  más o menos hacia la mitad de la calle, que mide de ancho 50 centímetros,  que es la medida de una pañuelo de caballero de un pico a otro en diagonal.



Dicha calleja desemboca en una placita minúscula y sin salida,  la Plaza de los Rincones de Oro, llamada así porque según cuenta la leyenda,  allí vivía un comerciante de telas muy reconocido en todo el Califato que vendía las mejores sedas del Reino.  Cuando éste exponía sus telas en la plaza y los rayos del sol entraban e incidían directamente sobre las sedas, éstas relucían como el oro, de ahí su nombre.



Una vez que se  llega a la plaza, al ser tan pequeña,  el paseante tiene la sensación de estar en un sitio familiar, íntimo,  un auténtico remanso de paz que con sólo escuchar el hilo de agua que cae sobre la pileta de la fuente que hay en un lateral,  el tiempo puede pasar volando sin que uno se de cuenta.