domingo, 29 de mayo de 2016

Del Corpus Christi y el recuerdo de los seises

Hoy, tal como mi madre hacía cuando yo tenía la edad de Irene, he llevado a mi hija a la Catedral a ver la procesión del Corpus Christi. Voy a intentar inculcarle todas las tradiciones de nuestra tierra para que no caigan en el olvido. Desde chiquitos enseñándoles que en nuestra tierra hay cultura y lo más importante, que hay que mantenerla y darla a conocer.
Le ha encantando,  aunque ella a sus cinco años aún no entiende lo que significa esta liturgia.
Del Corpus de mi infancia a éste hay cambios notables. Antiguamente no iban representaciones de Hermandades de Penitencia, sólo de Gloria, y hoy estaban todas y cada una de las Hermandades cordobesas. He visto mucha juventud en el guión procesional y me ha gustado porque cuando yo era pequeña sólo iban mujeres muy mayores rezando y muchos sacerdotes, seminaristas y monjas, cosa que este año van, pero no tantos como yo recuerdo de mi infancia.


Lo que recuerdo perfectamente de este día y que desgraciadamente se ha perdido, son los seises. Esos 10 niños bailando al pie del altar mayor y delante de la Custodia. Aún hay ciudades que mantienen esta tradición como Sevilla o Granada, y me parece una tradición muy bonita que ojalá algún día recuperemos aquí.



martes, 24 de mayo de 2016

Hoy estoy nostálgica...

Como dice la canción: "Qué no daría yo..."

Qué no daría yo por volver a probar de nuevo esta golosina. ¡Me encantaba su sabor!

No hay un Domingo de Ramos que no me acuerde de esa dulce espera junto a mi madre en El Realejo, esperando la llegada de La Borriquita y deseando que el vendedor apareciera por la calle para que ella me comprara uno. 

Qué pena que haya tradiciones que se pierdan...



Por cierto, ¿sabéis su nombre?




lunes, 23 de mayo de 2016

¿Cuánto mide una calle?

Eso sería una buena pregunta. ¿Cuánto mide una calle de una ciudad? Pues en esta tierra, en Córdoba, las calles miden, lo que mide un pañuelo de caballero en diagonal. Si, si, habéis leído bien, lo que mide un pañuelo de caballero.
Existe una calle en el barrio de la Judería, en el entorno de la Mezquita-Catedral (bueno, una calle no, una calleja), que se llama la Calleja Pedro Jiménez; pero si tú le preguntas a alguien por ella con ese nombre, seguramente no te sepa indicar dónde se encuentra,  ya que esta calleja es conocida en la ciudad como la calleja del pañuelo.
Es una calle tan estrecha, que hay un punto,  más o menos hacia la mitad de la calle, que mide de ancho 50 centímetros,  que es la medida de una pañuelo de caballero de un pico a otro en diagonal.



Dicha calleja desemboca en una placita minúscula y sin salida,  la Plaza de los Rincones de Oro, llamada así porque según cuenta la leyenda,  allí vivía un comerciante de telas muy reconocido en todo el Califato que vendía las mejores sedas del Reino.  Cuando éste exponía sus telas en la plaza y los rayos del sol entraban e incidían directamente sobre las sedas, éstas relucían como el oro, de ahí su nombre.



Una vez que se  llega a la plaza, al ser tan pequeña,  el paseante tiene la sensación de estar en un sitio familiar, íntimo,  un auténtico remanso de paz que con sólo escuchar el hilo de agua que cae sobre la pileta de la fuente que hay en un lateral,  el tiempo puede pasar volando sin que uno se de cuenta.

sábado, 21 de mayo de 2016

Alguien que vela por nosotros

Como toda ciudad o pueblo de nuestra extensa geografía española, Córdoba tiene su Patrón y su Patrona, que en este caso son San Acisclo y Santa Victoría; pero lo que nos diferencia de otras ciudades es que nosotros tenemos un Arcángel que vela por todos nosotros, cosa que otras ciudades quizá  no puedan decir lo mismo.
Un arcángel, dentro del orden jerárquico del cristianismo y de otras iglesias del mundo, está un nivel superior a un ángel. Como su prefijo indica,  "arc" significa superior por lo que puede considerarse como un ángel superior a los demás. Los arcángeles fueron creados por Dios para cuidar de pueblos, ciudades y países, mientras que los ángeles fueron creados por Dios para preocuparse de los asuntos terrenales, de los hombres y de ser los mensajeros celestiales. Dicho esto, nosotros en Córdoba tenemos a un arcángel cuidando día y noche de todos nosotros, tanto de la gente de la ciudad como de las personas de fuera  que a lo largo del año nos visitan. 
¿Y por qué San Rafael cuida de la ciudad y no otro arcángel? Pues muy fácil, porque a él se le atribuye que la epidemia de la peste desapareciera de la ciudad allá por el año 1578, ya que en la madrugada del 7 de Mayo, Rafael se apareció al Padre Roelas, sacerdote cordobés,  y le dijo: " te juro por Jesucristo Crucificado que soy Rafael, arcángel a quien Dios tiene puesto para guardar esta ciudad". Y a partir de ese día, las muertes por peste en la ciudad empezaron a disminuir hasta prácticamente acabar con esta epidemia.
En agradecimiento a ello, la ciudad recuerda a San Rafael por cada rincón, ya que son numerosas estatuas las que hay en Córdoba en su honor.
De todas las que hay, yo me quedo con la que está en el Puente Romano. Quizá por el entorno, quizá por la cercanía a él, ya que otras estatuas están tan altas que apenas lo puedes apreciar o quizá porque por  ahí es donde inevitablemente, cada vez que paso por el Puente, automáticamente me paro, rezo un padrenuestro, me santiguo y le pido que cuide a mi gente.


Son miles de personas las que pasan a diario por ese puente, y todo el mundo se queda admirando esta obra. Los visitantes que pasean por allí no se cansan de echarle fotos y la gente de Córdoba se acerca, le encienden las velas, le rezan, le cambian las flores secas por unas frescas, se santiguan y últimamente hasta las parejas de recién casados que el día de su boda acuden a ese entorno a echarse sus fotografías, le dejan los ramos de la novia o incluso las parejas de enamorados, que dejan mensajes como el que un día, paseando por allí, encontré y fotografié.



jueves, 19 de mayo de 2016

Como dice la canción de El Barrio: "He vuelto"

Bueno, pues hoy y después de mucho pensarlo, retomo las publicaciones en el blog. Un blog que comencé allá por el año 2008 gracias a la locura Quijotesca de una persona que hoy puedo considerarla como un buen amigo, pero que por el paso de los años, por mis circunstancias personales y la llegada de las nuevas tecnologías, dejé "aparcado" en el año 2011 simplemente porque ya no me llamaba la atención seguir publicando, no tenía nada que contar.
Ahora después de 5 años, vuelvo de nuevo, dando un giro de 180 grados al blog (cambio de nombre, temática, aspecto) y he de reconocer que me siento un poco perdida en este mundillo, porque ha cambiado muchísimo de 5 años para acá. Tendré que perfeccionar la apariencia del blog,  pero como he dicho, eso me llevará un tiempo porque realmente ando perdida y la informática y yo no somos buenas amigas.
Ahora, la temática principal del blog será la ciudad que me vió nacer y por la cual "pierdo el sentío" como decimos por aquí. Me apetece publicar curiosidades, historias y leyendas de mi ciudad, ya que todo aquel que me conoce sabe que es una de mis grandes pasiones: mi tierra, mi Córdoba del alma. También publicaré alguna que otra reseña de libros que vaya leyendo que, como también sabe el que ya me conoce, es otra de mis grandes pasiones, la lectura.
Con esto no quiere decir que vaya a publicar todos los días, ya que el tiempo no me lo permite, pero intentaré ir subiendo entradas cada vez que pueda.
Espero que os gusten mis historietas y que disfrutéis leyéndolas.

De momento para empezar, relataré la leyenda de la calle Valdés Leal, que seguramente mucha gente no sepa que a esta callejita se la conocía como la calle ABRAZAMOZAS.
Esta callejita se encuentra en pleno centro de la ciudad y une la Plaza del Doctor Emilio Luque 
con la Plaza de Ramón y Cajal.
Este nombre se debe en parte a una leyenda urbana que circula por la ciudad desde hace muchísimos años y que, como tal, no se sabe si fue cierta o no, como buena leyenda que es.
Cuentan que una noche, un joven que regresaba a casa después de una tarde de juerga, vio a una bella joven que bajaba por la Calle Málaga hacia el Barrio de San Juan. El joven decidió seguirla al tiempo que le dedicaba sus más ingeniosos requiebros para lograr alcanzarla y sorprenderla. Al entrar en la calleja Valdes Leal, el joven la alcanzó y ésta le pidió que la dejara tranquila, más el joven continuó su camino, redoblando sus esfuerzos. Ella le rogó nuevamente que no insistiera más, pero el joven, envalentonado, le cortó el paso y prometió dejarla seguir su camino si la abrazaba primero. La joven le miró y cedió, no sin antes advertir al muchacho el peligro que con ello corría. Mas él no atendía a razones. Así pues, ella abrió los brazos y él la abrazó y en lugar de encontrar un cuerpo esbelto, sintió la frialdad de unos huesos desnudos bajo la túnica que ella llevaba por vestimenta. Trató de soltarla, sin éxito, y horrorizado, cayó desmayado.
A la mañana siguiente, lo encontraron sus amigos durmiendo en la esquina de la calle y él les contó lo sucedido... 
Estos pensando que había sido un mal sueño por los efectos del vino, tuvieron diversión a su costa para un buen tiempo. Sueño o no, el joven lo tomó como una seria advertencia a su mal comportamiento, y nunca más molestó a ninguna muchacha en los oscuros callejones de la ciudad.